La calidad en la educación, es un tema que se viene trabajando con puntual interés desde los años ochenta.
Comienza a formar para del discurso pedagógico, para enfatizar que una educación de calidad depende, de los factores externos e internos al sistema educativo; entre los factores externos se precisaba la creciente presión de la economía y la política sobre la educación, y dentro de los factores internos a los actores de los procesos de enseñanza- aprendizaje como potenciadores de cambio y desarrollo.
En el siglo XX, con la expansión de la escolarización, el aumento significativo de la educación pública, y el desarrollo paulatino de la educación privada, se denotan diferentes posturas como el optimismo pedagógico centrado en la confianza en la educación como factor determinante para el desarrollo de la sociedad.
Pero también la preocupación por las grandes deficiencias que se observan en los sistemas educativos, apareciendo cuestionamientos importantes relacionados con la calidad de los servicios.
Actualmente, la sociedad reclama una educación de calidad, aunque muchas veces se desconozcan los aspectos prioritarios a evaluar para sostener que la educación que se brinda en nuestras instituciones educativas es de calidad.
Nuestro sistema educativo está incluido en una sociedad cambiante que exige procesos de reforma continua para hallar mejores resultados que sean de beneficio de los estudiantes y, por consiguiente, un buen proceso educativo sea reflejado en la sociedad en su conjunto.
Cano García, en su investigación titulada: Evaluación de la calidad educativa (Cano García, 1998, p. 61), señala que la preocupación política por la educación se remonta a los tiempos de la Grecia clásica, en donde la idea de que la educación debe estar garantizada por los poderes públicos aparece ya en Platón y Aristóteles.
Es en el período de la Ilustración Francesa cuando surgen los avances más significativos que se concretan en las Casas de Enseñanza creadas en 1768 y en la capacitación de maestros a quienes se los consideraba responsables directos de la calidad de la educación.
De esta forma, a la preocupación cuantitativa, respecto a la difusión de escolarización se agrega un interés de tipo cualitativo orientado a mejorar los servicios educativos.
La preocupación central ya no es únicamente cuántos alumnos y en qué proporción asisten a las instituciones educativas, sino:
Estudios recientes sobre calidad educativa plantea la importancia de analizar indicadores cualitativos como:
También se toma en cuenta el ofrecer servicios de calidad no buscando la rentabilidad, pero sí actuando y gestionando los recursos con la responsabilidad social que se deriva del carácter de servicio que tienen los centros educativos.
WYa sean públicos o privados, sin embargo no basta con esto, puesto que la calidad implica también el esfuerzo constante por ser mejores cada vez", sostiene García Cano.
Así, según Tiana Ferrer (Tiana, 1999, p. 45), una primera aproximación a la calidad de la educación ha consistido en concebirla como eficacia, es decir, el concepto de calidad en función del cumplimiento efectivo de los objetivos educativos propuestos.
Esta concepción pone énfasis en la calidad del producto educativo, del mismo modo que en la era industrial se consideraba la perfección del producto como el criterio central de calidad.
Una segunda definición consistía en considerar la calidad de la educación como sinónimo de eficiencia. Es decir, el grado de adecuación entre los objetivos alcanzados y los recursos utilizados.
Un tercer enfoque de la calidad de la educación pone en relieve la satisfacción de las necesidades y expectativas. Esta definición otorga un papel preponderante tanto al contexto como a los procesos escolares, debido a la influencia de las nuevas tendencias de gestión de la calidad y calidad total que se han extendido del ámbito económico empresarial al educativo.
Este último enfoque subraya dos aspectos importantes. Por un lado, la satisfacción de las necesidades educativas, y del otro, la pertinencia de los objetivos y los logros de la educación.
Con base a este enfoque, se toma en consideración lo planteado por Francisco Farro sobre que, “la calidad del servicio educativo implica el logro de los objetivos propuestos en el planeamiento estratégico de la organización” (Farro Custodio, 1999, pp. 49-67).
Luego de todo lo expuesto, se puede descartar y sostener, en oposición a quienes lo sostienen que, en definitiva, no es calidad lo siguiente:
Con base a lo analizado con respecto al concepto de Calidad Educativa, es importante tomar en cuenta dos conceptos contemporáneos, el concepto de calidad total, y el concepto de calidad integral para comprender el porqué de los indicadores a sistematizar y evaluar para la mejora continua.
El concepto de calidad total, en los últimos años se ha introducido en el campo de la educación procedente del mundo empresarial.
Este concepto surgió en la post guerra como una exigencia para elevar los valores estandarizados de calidad que regían los procesos de producciones de bienes y servicios en la década de los 30, en orden a satisfacer una mayor demanda.
Dicha idea, elaborada primero por americanos y japoneses y luego, a partir de los 80 por europeos, se ha ido enriqueciendo con el tiempo.
Aquí nos basta sintetizarla con la enumeración de las cuatro características o condiciones que deben ser cumplidas para poder hablar con propiedad de gestión de calidad total (Total Quality Management, TQM) Cfr. Shiba, S., Graham, A. y Walden, D.: A new american TQM, Productivity Press, 1993.
El concepto de la Calidad Integral incorpora el trabajo por la equidad e integración de los diferentes saberes.
Hoy en cualquier currículo, los contenidos son de naturaleza triple: cognoscitivos, procedimentales y actitudinales, en plena concordancia con los cuatro fundamentos de la educación recomendados por el Informe Delors.
Y los valores no solamente influyen en los contenidos actitudinales, entre los que se encuentran los valores morales, tan importantes para comprender el concepto de persona.
También influyen en los contenidos cognitivos. Es decir la búsqueda del valor de la verdad y los procedimentales, es decir los valores de solidaridad y honestidad puestos de manifiesto en cualquier trabajo grupal o en un simple juego.
En este sentido, tal conciencia de valores debe explicitarse en la filosofía del Proyecto Educativo Institucional (PEI), y testimoniarse mucho más en el compromiso diario de su personal directivo, de sus docentes y no docentes, de los alumnos, de las familias, y también debería ser visible en las estructuras administrativas, en las metodologías y contenidos curriculares y en las prácticas de enseñanza aprendizaje que afectan al acto concreto educacional de cada día.
La calidad integral educativa debe impregnar, por lo tanto, la totalidad del proceso educativo, y la evaluación, en correspondencia con este proceso, deberá ayudar a consolidar, retroalimentar, y no a encubrir, la transformación educativa en marcha en cualquier institución escolar.
Por lo cual, en el enfoque de calidad integral, deben confluir tres procesos:
Cada uno de estos procesos es rico en indicadores de calidad educativa. Los indicadores de calidad integral son más exigentes, porque están calibrados en valores y no en actividades pragmáticas. Es aquí donde el liderazgo de los directivos tiene un ancho margen para crecer indefinidamente.
Esta polisemia de conceptos y posturas implica la necesidad de que cada institución, en relación con su contexto, filosofía, y plan estratégico de trabajo, establezca sus indicadores de calidad, con referencia a los estándares internacionales y nacionales, que les permita dar seguimiento a sus metas y establecer en cada miembro la cultura de la mejora continua y la transformación.
Siendo la Gestión escolar, un área con una gran proyección práctica, ligada a los problemas concretos de docentes y estudiantes, la cual ha de responder a las siguientes interrogantes:
Preguntas con respuestas diversas, pero con una regularidad común: que deben adecuarse a la cultura pedagógica de la institución educativa, y al contexto de interculturalidad, interdisciplinaridad y transdisciplinar, valorando la calidad del proceso y de los resultados formativos.
Bibliografía
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