Cuando hablamos de autoestima, nos enfrentamos un concepto bastante complejo de definir.
Muchos autores lo relacionan directamente con la confianza y valoración que tenemos hacia nosotros mismos en relación a cómo nos vemos, cómo nos sentimos y cómo nos definimos. Al visualizarlo de esta forma, es fácil deducir que la autoestima se relaciona directamente con el bienestar emocional.
Es importante hacer mención que la buena autoestima no es un logro que alcanzarás y se quedará de forma permanente. Es decir, la autoestima es una característica variable, como cualquier característica humana, por lo tanto, a lo largo de tu vida es probable que presentes alteraciones en cuanto a tu forma de percibirte.
Por ejemplo:
En la importancia de esto radica el papel que tiene la psicología y cómo nos puede ayudar con respecto a lo anterior puesto que la autoestima puede verse afectada por diversas circunstancias. Por ejemplo:
Todo esto influye en la manera en que nos sentimos y percibimos a nosotros mismos y, por consiguiente, el valor que nos damos en función de nuestros logros, aciertos y desaciertos.
La autoestima es como un músculo que puede (y debe) trabajarse. En esta época de contingencia no es la excepción.
Y podemos hacer muchas cosas, incluso a pesar de los cambios que hemos tenido que vivir y adecuarnos. Algunas sugerencias para incrementar los niveles de autoestima son las siguientes:
Cada persona vive sus procesos personales de forma diferente, todos tenemos características que nos gustan de nosotros mismos y también algunas que no nos gustan.
Cada uno tenemos habilidades y cualidades distintas; si decidimos basar nuestra autoestima en las virtudes de otros, es probable que vivamos con la sensación de frustración al no alcanzarlas.
Enfoquémonos en lo que podemos desarrollar, en las cosas que nos apasionan, en lo que tenemos y qué nos hace ser completamente únicos.
Por las mañanas podemos preguntarnos cómo nos sentimos. Iniciar un diálogo interno con nosotros mismos, nos llevará a reconocer de forma más práctica cuáles son los aspectos de nuestro día en los debemos enfocarnos.
Al terminar el día hagamos un repaso de lo que vivimos, lo que aprendimos, de qué nos dimos cuenta y cómo podemos utilizar eso para nuestro propio bienestar.
Si ya identificamos algo que podemos mejorar o algo que no nos gusta, analicemos si es posible cambiarlo, en caso de que sí sea posible, elaboremos un plan de acción que nos permita acercarnos a nuestro objetivo.
Siempre es importante saber que existen profesionales de la salud mental que pueden proporcionarnos herramientas específicas para apoyarnos con este proceso de auto-descubrimiento y fortalecimiento de nuestras propias capacidades. Consultar con un psicólogo/a siempre puede ser de gran ayuda.
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